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Arte, paz y Punta del Diablo: la historia de José Bentancor

Arte, paz y Punta del Diablo: la historia de José Bentancor

Arte, paz y Punta del Diablo: la historia de José Bentancor

Arte, paz, Punta del Diablo. Estas tres palabras resumen el presente de José Bentancor, pero para comprender la magnitud de su obra es necesario desenredar el complejo inicio de su historia, el cual se remonta a un momento de precariedad absoluta en el extranjero.

¿Cómo comenzaste a trabajar con las manos y a dedicarte a la artesanía?

Comencé a hacer artesanías a los 27 años, cuando viajé a Brasil con mi compañera. En el norte del país me quedé sin documentación y sin forma de generar ingresos. En ese momento vi a un muchacho forrando lapiceras BIC con una masilla, haciéndoles caritas y flores para venderlas. Conseguimos un poco de esa masilla y tres lapiceras, y me senté bajo un árbol a trabajar por primera vez con las manos. Las piezas quedaron feas, pero las vendí igual a un grupo de turistas aprovechando que hablo inglés. Ahí entendí que podía sostenerme con eso.

A partir de esa experiencia seguimos viajando por el norte de Brasil y amplié lo que hacía: botellas y cuchillos forrados, pipas, portaencendedores, cuadros en bajo relieve, siempre con esa masilla epoxi. Con una mochila llena de artesanías recorrimos todo Brasil y logramos instalarnos en Porto Seguro, donde nacieron nuestros tres hijos.

Más adelante volvimos al sur buscando un lugar más seguro para criarlos. En la frontera me comentaron que en Punta del Diablo las artesanías se vendían muy bien. Vine con mi mochila y un paño para exhibir mis piezas. El primer fin de semana no vendí nada, pero al siguiente vendí 250 dólares, que para nosotros era muchísimo. Ese día entendí que el lugar era ese.

¿Qué significó Punta del Diablo en tu vida y en tu obra?

Punta del Diablo tenía trabajo, terrenos accesibles y escuela para los niños. Decidimos instalarnos. En ese entonces no había calles ni servicios. Cavamos un pozo en la arena para obtener agua y, al caer el sol, vivíamos con la luz de las estrellas y la luna. Acá sentí una libertad total y mi creatividad explotó.

Este lugar tiene una energía muy fuerte. Cambié muchas veces de material y de espacio de trabajo: afuera, adelante, atrás, en la vereda. No tengo taller fijo. Aprendí a trabajar con madera, metal, hormigón, piedra, hueso, vidrio, cerámica, plástico: cualquier material que se deje transformar. Lo que hago es arte utilitario: sillas, livings, casas, decoración. Todo tiene que tener arte; sería egoísta esconderlo.

¿Qué temas e ideas aparecen de forma constante en tu obra?

La familia es el origen de todo para mí. La naturaleza es mi mayor inspiración: la creación, lo que existe, lo que se transforma. Y la energía mayor, que es el amor. Cada material tiene su propia “receta”, su forma de ser trabajado, pero cambiar de material no altera mi creatividad. Lo que no tolero es la rutina. Para mí cada día tiene que ser distinto.

¿Cómo influye el paisaje y la comunidad de Punta del Diablo en tu proceso creativo?

Me da libertad. Sin Punta del Diablo no habría podido hacer nada de lo que hice. Aquí construimos nuestra primera obra-casa: una cabeza amarilla de dos pisos. El dormitorio está arriba, con balcones que son las orejas; se entra por la boca y se sube por la lengua. Esto sería imposible en otro lugar: si hubiera pedido un permiso para hacer “una casa que es una cabeza”, me hubieran preguntado si era arquitecto o ingeniero. Yo no tengo títulos; apenas hice hasta segundo de liceo.

Después construí un búho de dos pisos, donde vivimos ahora con mi compañera, y para mi hermano hice un restaurante que son unos hongos gigantes. Este lugar nos dio trabajo, materiales, sustento, y una escuela rural que fue como una familia grande. Para mí es un lugar mágico, con una energía muy poderosa.

¿Sentís que tu obra sería distinta si hubieras vivido en otro lugar?

Tengo certeza de que no habría podido hacer nada de esto. No solo las obras no existirían: creo que ni siquiera tendría las ganas de crear. Punta del Diablo me dio libertad, energía y espacio.

¿Cómo es tu vínculo cotidiano con la creación hoy?

Sigo levantándome cada día con una necesidad de crear. No tiene que ser necesariamente arte como lo ve la gente. Ahora, por ejemplo, estoy haciendo juegos para la escuela de Punta del Diablo: mesas con tableros de ajedrez y otros juegos. Para mí, el arte es un gesto, algo que se hace con propósito y cariño. La vida acá me permite vivirlo así todos los días.

 


Agradecemos a José por su tiempo y por compartir su historia y su recorrido como artesano y creador en Punta del Diablo. Preferimos no mostrar sus obras en esta nota, porque creemos que vale la pena verlas en persona, en el lugar donde fueron hechas. Invitamos a quienes visiten Punta del Diablo a conocer BentancorArte, su museo y espacio de trabajo, donde ofrece visitas guiadas coordinadas previamente


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